sábado, 26 de mayo de 2007

Veintiséis

Lo místico, por asi decirlo, está a la vuelta de la esquina. En cada movimiento, en cada acción podemos ver la magia de una realidad que va más allá del golpecito a la pared o a la superficie firme de tu escritorio. Desde algún paraje desconocido nos utilizan: somos parte de un gran juego al cual nunca fuimos invitados, pero en el cual somos entes importantísimos, tanto para el desarrollo como el posible final.


Yo me dí cuenta de esto hace ya tres años, y no es por tirar una fecha a diestra y siniestra: son tres años. Era una noche especial, se palpaba en el aire frio de aquel mes de Mayo. Una casa, en ese momento anónima, albergaba más de doscientas almas entre sus paredes. Yo, gratuitamente, me ubiqué entre ellas sin esperar nada a cambio. Muchos dias pasaron para notar lo que de verdad habia ocurrido: me regalaron compañia que nunca esperé, pero que siempre soñé en mis noches de ignorancia en aquellos años (las cuales sigo teniendo, por cierto). Aquella noche, por ejemplo, conocí a mi primera gran polola, la mujer que me enseñó a amar, que me enseñó lo que de verdad puede llegar a significar la palabra amor. Pero lo que trasciende mucho más es mi vida: esa noche, desde algún lugar ya mencionado pero desconocido, me pusieron en el tablero que yo quería, y que hasta el dia de hoy agradezco enormemente. Mi circulo, mi gente, hace ya tres años que nos reunimos en aquella morada y hoy, espero, volvemos a hacerlo. Me regalaron una sonrisa, muchas palabras de apoyo, unos cuantos oidos y unos cuantos hombros para caer si es necesario. Me regalaron esperanza, me regalaron magia, me regalaron conocimiento e ignorancia. Aquella noche me regalaron lo que más atesoro hoy: el saber que hay alguien ahí cuando lo necesite.

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