viernes, 5 de octubre de 2007

Reunión


Una, dos, tres, adentro. Aguanta, tranquilo; todo estará bien. Cierra los ojos. Bien, bien. Vuelve, uno, dos tres, adentro tranquilo. Aguanta, cierra los ojos bien, no los abras, todo estará bien.






Estas alas como que pesan de repente, y muchas veces siento que la fatiga por tanto andar esparciendo aliento sobre las nubes me pasará la cuenta, perderé el ritmo, un polvo de estrellas iluminará mi rumbo y caeré, brusco, intenso, tan fuerte como para hacerme trizas en medio de ese pizarrón, que con su verde intenso parece un boceto de musgo esparcido intencionalmente sobre el paño, pincelada tras pincelada, respiro y respiro. Ahí está ella, con su mirada perdida en no sé donde, y ellas que observan y escuchan, y esas, que piensan y no miran con atención como la mano de la mujer baila al son de aquella lectura bíblica. Hay que despegar, pienso. Pero me quedo, sacrificio, acción. Me levanto. La mujer me sigue con la mirada, lo sé. Respiro profundo, camino y entro. Pregunto, pero responden negativamente. Estoy en lo correcto, dije. Volteo y camino, nuevamente, como debe ser, como siempre ha sido. Vuelvo a entrar, me siento.



La profe cree saber lo que dice, pero no mira de frente. Se nota su inseguridad. Tal vez predica pero no practica. Comunicación. Familia. Construcción. Arquitectos. Obreros. El edificio que se le vino abajo cuando su marido supo que aquella salida a Zapallar no fue tan pedagógica como contó en aquel almuerzo donde su suegra, aquel día en donde ese niño saltó del octavo piso y su padre, histérico, calló para atestiguar que el no fue el que lo empujó, que fue él, él saltó con sus alas moviéndose alocadamente y disfrutando, disfrutando la escena. Corte. Pegue. La profe cree saber lo que hace, ya me está aburriendo. Las señoras parecen estar intensamente estresadas, sobre todo cuando la mujer suelta unos cuantos “alcohol” “sexo” “tirar”, “evolución”. Eso lo dijo un hombre, padre, marido, trabajador, ser pensante y que siente. “Los padres deben evolucionar con sus hijos”. Me gustó esa frase, sonrío y siento como si me golpearan adentro. Nunca me han gustado las monjas, aunque admiro su fuerza mental. Me arrepiento de no haberle discutido a mi madre el que metiera a mi hermana en este claustro mental. Creen saber lo que dicen, pero no miran de frente. Inseguridad. Predican comunicación, esto no es reunión, señoras, esto es pandemónium. Quiero despegar, pero sigo pegado a la silla, escuchando atentamente cada mirada perdida de la mujer.












-¿Me pasarías la carpeta, por favor?
-¿Cuál?


-La de la asistencia. La roja.












Debo firmar, hay que dejar huella. Observo, y no está. Simplemente no está. No lo sabía, creí saberlo. Mi mamá se va a enojar, me imagino si me castigara. Debí haber preguntado en la sala de al lado, pero me quedé con esta opción: mentir y decir que si, que asistí a la reunión de mi hermana, de su curso o no, decir la verdad, decir que las alas te agotaron, confundieron, que el salto y el almuerzo hicieron que vieras donde no había, que estuvieras donde no debías, que escucharas y sintieras ahí dentro, ahí afuera, más allá del techo.

miércoles, 3 de octubre de 2007

El Regreso


Sabes que acá dentro palpitas con mucha fuerza. ¿Tú sabes todo, cierto? Espero hablemos pronto, no aguanto acá. Voy donde Félix ahora. Contigo. Y también me gusta el Santiago alrededor tuyo. Me gustas tal cual. No. Eso suena como si fuera para hacerme cambiar de parecer o de sentir. Lo sé. Sólo te estoy haciendo preguntas, tampoco me refiero a eso. Recuerda que yo no veo las cosas de igual manera que tú. Sólo te pregunto. No, tampoco es eso. ¿Te he exigido algo dentro de “esto”? No he dicho que tu lo has hecho. ¿De tu tiempo? ¿Te he robado algo de tu espacio? Tu espacio nunca lo has perdido. El ahora es lo que importa. Lo único que tienes es el ahora. Esa es tu vida… Observa, ¿aló? ¿Tu vida de vuelta? Ehm… Ser yo, quiero. ¡Analizar es lo menos que quiero ahora! Quiero mi espacio, mi tranquilidad, mi vida de vuelta. Eso es lo que busco. No quiero análisis. Con todo lo que me pasa, no solo contigo. Y eso es lo que hago yo: sentir. Analizar lo que te pasa cuando me lees, observar. Deberías ver. Y no sé que hacer. No te imagines nada, porque pierdes en el intento. De hecho me imagino una tortura. No. ¿Y ahora estás feliz? Le tengo miedo al no volver a tomar tu mano y sentirme feliz. Le tengo miedo a los días que pasan sin saber de ti. Le tengo miedo a todo esto que te digo. Le tengo miedo a esto que no para dentro, ¿sabes? Yo si tengo miedo. Mucho miedo. No sé si tengo miedo, y si lo tengo no sé a qué. Tengo miedo. Y si, y libero, y digo cosas, pero cuando siento lucho, lucho hasta el final. Podría sentirme el hueón más imbécil de la Tierra. ¿Crees que es muy de cualquiera el soltar lo que se siente a otra, a sabiendas que la otra persona pocas palabras dirá? ¿Le tienes miedo a algo que yo no le tenga miedo? ¿A que le tienes miedo, Julieta? Incluso sin mirarme a los ojos. Sobre todo contigo, ahí, sin decir nada. Bastante chistoso sería. Si. No creo que sea chistoso. Seria bastante chistoso. Podrías verme la cara ahora. Y ya no me gusta el decirte lo que siento, es como si le hablara al teclado. No tienes idea lo que es pensar noche tras noche, día tras día si es que esa personita que te gusta piensa en ti, si sigue sintiendo lo de antes, si es que siente las maripositas ahí dentro. Me siento confundido, como atrapado, encerrado en cuatro paredes de puta incertidumbre, lo que aborrezco con todo mi ser. No quiero que pienses que me haces daño, como dijiste la primera vez que hablamos sobre esto. Ni te imaginas como me siento. Esa es mi gran duda, la que gatilla el torbellino que tengo dentro. Si es que aún existe, claro… A lo “nuestro”. ¿A qué te refieres? Aún sigo esperando, lo que me pregunto es si tú sigues pensando o ya volviste a caminar en otra dirección. ¿Sabes qué? Ehm… Estoy siendo sincera, no puedo mentirte, ya te lo he dicho. Entonces no hay nada más que decir. Y cuando lo intento me cuesta más que la cresta. Aunque yo sé que siempre estás, no puedo hacerlo -dijo suspirando sin que él se enterase. No lo dije en mala onda. Ah, disculpa entonces. Sólo puedo hacer eso con una de las tres personas que amo. Yo siempre voy a querer que me cuentes todo, las sonrisas que tuviste, las lágrimas que dejaste, el hombro que necesitaste, el respiro que diste, la mano que aferraste. ¿Qué más puedo ofrecerte yo? Aparte de contarlas, ¿qué necesita uno? Cuando uno tiene cosas malas que contar, eeh… A menos que cuente las cosas malas, no sé que hablarte. Te tendría que decir muchas cosas. Uf. Y de lo que uno entiende por lo que dice o calla el otro… Si empezamos a hablar de sensaciones. O es lo que me das a entender… Es que… Es la sensación que me da. Lo que yo creo. ¿O eso es lo que tú crees que pasa? ¿Con esas palabras? ¿Te he dicho que no quiera contarte? Pero… No sé, yo como que te cuento algunas cosas y te pregunto sobre las tuyas y como que nunca quieres contarme. Entonces al final no sé que hablar. Disculpa si te digo las cosas así de una, sabes como soy. Si una persona te gusta, ¿es necesario que existan ganas para contarle qué te está pasando? ¿Ganas? ¿Ánimo? ¿Cómo es eso de que nunca tengo? Me haces pensar y sentir que ya no te importo, que con el correr de los días todo se fue a la misma mierda. No sé qué hablarte, intento que tu también me cuentes tus cosas, pero nunca tienes ánimos o ganas de hacerlo. Y el no hablar. Tu sabes todo lo que significas para mi. ¿Entiendes? Contigo. Pero me da lata el no hablar contigo. No quiero que pienses que soy obsesivo ni nada. Que es distinto. Pero no me hablaste. Ayer me contaste. Pero… Como lo del tenis ayer. Y las que me gustan. Intento contarte las cosas buenas. Es que en realidad no sé que hablarte, puras cosas malas. El no saber de ti. Es que no me hables. Lo que me incomoda. Es algo que sé hace rato ya. Bueh… Más o menos, en realidad. A ti no te puedo mentir. ¿Cómo estás? Dale. O sea, estoy más o menos, pero puedo hablar por ahora. Ya, ya, ya, ya estoy. Esto de no hablar, de no saber de ti, de no saber nada ya me está carcomiendo poco a poco.


Cuando estés avísame, por favor.