jueves, 14 de mayo de 2009

Esperanza

La arquitectura de este amor posee ángulos que ni la herramienta más aguda podría determinar. Los recovecos por los cuales el viento se cuela indican que el material es más bien especial, aunque el análisis es exhaustivo. Siempre está ahi el porqué de tal construcción, qué fue lo que motivo a que, sin saber cómo, los edificios del palpitar se erguieran omnipotentes y majestuosos ante los demás; de donde aparecieron las materias primas para cimentarlos siempre ha sido materia de discusión, y la respuesta es tan escasa como las ganas de demolerlos.
Se dice que al momento de trazar la última linea sobre el plano una hoja cayó desde la copa más alta de un árbol que reposaba sin preocupaciones. El arquitecto, sin saber porqué, recogió aquella hoja y la guardó entre sus libros y cada vez que debía consultar por algo la hoja estaba ahí, observándolo.
Con el pasar del tiempo las máquinas comenzaron a levantar los pilares, aunque el arquitecto notó que ni el hormigón armado más eficaz ni la tecnología más avanzada sostenerían aquello sin que cayese a los días de haberlo levantado. Pero no le importó, simplemente no le importó. Sólo siguió con sus labores sin temer a que se derrumbara, tal como aquella hoja sin temor se lanzó al vacio para poder descansar entre las memorias de un arquitecto ignorante que sin querer levantó frente a todos su mejor construcción.
Hoy dia muchos se preguntan como aquello aún no cae, como aquello no se derrumba pese a todo lo que ha ocurrido, todos esos silencios que han adornado las ventanas, todas esas lágrimas que han recorrido las paredes sin siquiera quitarles un poco de pintura; cómo dia a dia el revestimiento se hace más poderoso, más grueso, más evidente y da que hablar, da que pensar, da que sentir...


-Un poco de esperanza- dijo el arquitecto.


(2006)

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