Rehuí ferozmente el dejarme llevar por el tacto, pero él quiere que sirva de instrumento, quizás intenta enseñarme sobre lo que busco… Aunque eso es difícil saberlo, en una realidad multi-probable y llena de escondrijos donde las ideas puedan ocultarse mientras yo, él y mis manos construimos lo que ferozmente quise, sin darme cuenta que aquí estoy, experimentando.
Con sus suaves manos acarició el rostro agradecido. La mirada se lanzó sobre su reflejo, y la sonrisa quiso revelarse ante el espectáculo, pero su latir recorrió cada uno de los átomos y negativos de su existencia sin haber sabido que el todo es parte del todo. Creo que supe saberlo cuando sentí que sin aparecer calló ante el instante, soltó esa garganta en llamas, sin dejar de acompañarse por manos rítmicas y una sonrisa que no daba respiro aún al espectador oculto silencioso, cauto paralelo ubicado entre su nariz y el opuesto… De lo subjetivo a lo único, radical, sin límites, así es y así fue, olvidaste y aquí estás, acariciándome con esos ojos que tantas veces me senté a observar en el cielo raso de tu presencia, te persigo y vuelvo a tropezar con tus huellas intactas de tanto olvidar, no me estoy dando el tiempo de callar, ese silencio que se esfumó cuando él entró sin tocar, lo recuerdo y lo anhelo, dijo ese corazón exhausto en símbolos y parábolas que nunca fueron sin pensar sintiendo el instante.
Un día, de esos tantos que él ha visto pasar junto a esos otros, resultó en que al final, quizás, esto no es más que nuestra imaginación explotando hacia el infinito, en una onda expansiva de creatividad plasmada en la materia física, por medio de aquellas manos de las que rehuyó el acto mientras la inconsciencia y los paradigmas hacían de las suyas con eso que muchos llaman para sí la vida, o el peregrinaje a través del tacto rebotando contra nuestros sueños y pesadillas. Ese día, y muchos otros en donde su sonrisa permaneció intacta ante el opuesto y su nariz, la existencia del saber que existe sirvió de instrumento para que, sin temor, su ritmo y esperanza crecieran, olvidando que muchas veces es mejor callar.
Había que sólo dejarse llevar.